Pues como leéis !!!!! Lanzamos un conjunto de Cuentos, Relatos y Poemas de los Olvidados.  Y ¿Quienes son los Olvidados? Esos Otros…. Son los mismos que nunca se ven cuando miramos a nuestro alrededor. Pero existen desde antes que nosotros, conviven con nosotros y mueren por nuestra culpa. Son los Olvidados. Olvidados por las leyes, olvidados por los gobiernos, olvidados por la iglesia y la ética. No hablamos de fantasmas, sino de los animales…Animales no-humanos. Se llama “Cuentos de los Otros”.

Y os queremos dar una muestra, un aperitive de lo que supone adquirir este ebook, os presentamos a continuación un bello relato, titulado:

“Mientras hay vida, hay esperanza”

Era un día de tormenta, igual que muchos anteriores, pero asimismo distinto de todos ellos.

El agua repiquetearía sobre los barrotes, le empaparía el hocico, el lomo, recorrería sus patas. Entonces, como hacía siempre en estas situaciones, alzaría el rostro y recibiría las ráfagas de viento que hondearían su pelaje. Sería en ese momento, con los párpados cerrados, cuando se imaginaría sobre un acantilado, cortando el viento con el olfato, libre cómo solo en los esclavos puede sonar el término libertad.Debería estar atento, desde el cielo podría descender la muerte alada, el cazador de las alturas. Se echaría sobre la hierba mojada, mullida bajo sus dedos, y escucharía de nuevo la canción del viento; pero, como siempre, el trueno le devolvería a la realidad de su celda, y de nuevo debería buscar un hueco, una rendija, “mientras hay vida hay esperanza”.

Pero, había empezado contando que ese día era distinto del resto. Sus ojos no lograban asimilar lo que veían.¿Y la esperanza?.Los otros prisioneros, era horrible. No habría un mañana. A uno de ellos lo levantaron y lo ataron boca abajo colgado de una pata. Cuando escuchó el primer golpe, se echó hacia atrás como si le hubieran golpeado a él. El crujido de huesos, el olor del miedo, sin dejar de mirar se arrastró hacia atrás hasta aplastarse contra los barrotes de su celda. Vio cómo lo seguían golpeando, él cerró los ojos, y siguieron, y siguieron. Entonces cortaron la piel en el extremo de una pata, y comenzaron a estirar hacia abajo. Sus ojos casi estallaron, sus oídos se llenaron con los gemidos de la víctima. Intentó escapar, debía de haber un hueco, seguro que lo encontraría. Mordió un barrote, pero nada. Sus patas temblaban, vio cómo separaban la piel del prisionero, los gritos eran insoportables. Iban a perforarle los tímpanos. Esa debía ser la voz del miedo.

Miró a su izquierda, donde cientos de jaulas se amontonaban en hileras.Miró a su derecha, las cuatro jaulas estaban vacías.

Una idea atravesó su mente. Él era el siguiente. Mientras el otro prisionero era desollado, buscó y buscó, y no había salida.

Pero, “mientras hay vida hay esperanza”.Nunca había salido de esa jaula, pero lo haría, se asomaría a ese acantilado y cortaría el viento. No podía acabar ahí. Tanto tiempo prisionero, tantos intentos de huir, tantas veces imaginando el acantilado. ¡No!, lucharía, mordería a su enemigos, los desgarraría, los…, la masa informe del prisionero fue arrojada a un fardo donde otros cuatro cuerpos se retorcían entre estertores.

No, no, no. El asesino clavó su mirada en él.

No, a mí no. Vio el gancho en el techo, vio el puñal en la mano.Se revolvió arriba, abajo, se le nubló la vista, arriba, abajo, la salida, la salida.

Pero, no había salida. Estaba muerto, encerrado y muerto.

¿Y su acantilado?, ¿y el viento?, ¿y la hierba mullida?. “Mientras hay vida hay esperanza”.

Se tranquilizó mientras la puerta de la jaula se abría. Respiró pausadamente, y pensó en su acantilado. Se vio allí, ¿libre?, y sintió la hierba mullida, y cortó el viento. Olió la muerte, pero ésta venía desde el cielo. Un águila, en picado hacia él. No se lo pensó dos veces. Sintió el tacto del lazo, momento en el cual saltó. Sí, saltó hacia el acantilado, hacia el vacío. “¿Mientras hay vida hay esperanza?” Sintió el viento, vio acercarse el águila. Si tenía que morir, él decidiría cómo. Que me coja el cazador de las alturas, que alimente a sus crías. Y sintió cómo le cogía y le alzaba.

Sí, sí, me ha cogido el águila, sí.

Miró hacia abajo y vio un bosque denso, miró hacia arriba y vio los ojos cómplices de su captor, y se tranquilizó.

Pero, de nuevo sonó el trueno, el bosque pasó a ser asfalto, y los ojos de su captor cambiaron la complicidad por una premonición de dolor. “¿Mientras hay vida hay esperanza?”.

 

Si te ha encantado, si te ha emocionado, si te ha hecho reflexionar por un instante, entonces no puedes perderte otros veinte más que componen el libro.

Una agradable y conmovedora lectura y a la vez estar ayudando a rescatar y proteger a los animales no humanos. Pásate por la tienda online.

Allí te esperan los Olvidados, los Otros…

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