Hace días que Luisa no estaba bien. Cada vez le costaba más ponerse en pie. Anoche la tuvimos que ayudar tres veces desde donde se había quedado tumbada hasta su dormitorio. Sentíamos esa sensación que se tiene cuando se convive con animales que han sido explotados. Se acercaba su hora.

 

 

 

El cansancio de una vida como esclava, el cansancio de la soledad, el cansancio de un cuerpo agotado.Luisa ha muerto esta mañana. Se ha ido sintiendo unas manos que no han dejado de acariciarla en ningún momento. Sin saber si sufría o no, y sin saber si quería abandonarnos o no.Luisa llenaba el Santuario, siempre estaba ahí, a la vista, balando para que nos acercásemos, inspeccionando las cestas de frutas antes que nadie, robándoles la comida al resto de habitantes.

 

 

 

Cuanto más presente ha estado alguien tu vida, mayor es el hueco que deja al abandonarla.Esta mañana sus ojos nos decían adiós.Con la misma ternura con que nos saludaba cada día, se despedía.Te echaremos de menos, hoy y siempre. Luisa, oveja anciana y luchadora, tú nos empujabas a seguir cada día. Y lo harás mientras nuestra mente pueda recordarte.

 

 

 

Que el fantasma de una oveja dulce y tierna, anciana y tozuda, recorra el barranco cada noche guiando a la oveja extraviada hasta un lugar seguro, donde nadie le haga daño.

 

 

Aquí vivió Luisa, una oveja que nació esclava y murió libre. Tus amigos no te olvidaremos.